Sesiones de Seguimiento- Noviembre
- Patty Jimenez
- Nov 28, 2017
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¿Estamos listos para recibir la alegría más grande que el mundo nos puede dar?
¿Estamos dispuestos a alabar y glorificar a Dios en nuestro hogar?
Iluminar: Lucas 2, 1-20
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con Maria, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llego el tiempo de ser madre; y Maria dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo”: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontraran a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejercito celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él”. Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado”. Fueron rápidamente y encontraron a Maria, a José y al recién nacido acotado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre ese niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, Maria conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
El tiempo corre inexorablemente y estamos en la víspera del Adviento. Tiempo en el que, a la luz de la Palabra y la oración, podemos cambiar cosas en nuestra familia, vivir de acuerdo a las promesas del Mesías que viene a salvarnos; renovando nuestros hogares y la sociedad. Nuestra Madre Santísima nos enseña que a través de estos medios las cosas pueden cambiar. Ahora es cuando se puede preparar mejor a la familia para recibir al esperado de todos los tiempos. La Palabra nos muestra que a través de la humildad, sencillez y solidaridad, se puede comenzar para que la familia vaya disponiendose, creando un ambiente de cordialidad y armonía.



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