Sesiones de Seguimiento- Enero
- Patty Jimenez
- Jan 3, 2018
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1. Qué andamos buscando en nuestra vida? 2. ¿A quiénes hemos tratado de alcanzar durante el proceso del Encuentro? 3. ¿Con quiénes nos da alegría encontrarnos?
Iluminar: Mateo 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo". Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: "Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo". Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Los Magos no sabían exactamente a quién buscaban, pero sabían que era muy importante. Lo encuentran en la “periferia”, en un establo. Pero ahí lo reconocen y, llenos de alegría, lo adoran. Nosotros a veces buscamos algo grande, extraordinario en nuestra vida, y quizá se nos presente y no lo sepamos reconocer porque va como disfrazado de sencillez y humildad. En nuestro esfuerzo por salir al encuentro de otros que estaban “en la periferia”, quizá no hayamos reconocido siempre la presencia de Cristo. Pero él siempre estaba ahí. Y el encuentro debería ser motivo, como para los reyes, de “inmensa alegría”.



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