Sesiones de Seguimiento: Agosto
- Patty Jimenez
- Jul 29, 2018
- 3 min read
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¿Cuáles son los deseos más profundos de tu corazón?
¿Qué significa para ti tener hambre de Dios?
¿De qué manera tratas de satisfacer esta hambre?
Illuminar: Juan 18: 33-37
En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste acá?" Jesús les contestó: "Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello".
Ellos le dijeron: "¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?" Respondió Jesús: "La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado". Entonces la gente le preguntó a Jesús: "¿Qué signo vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo".
Jesús les respondió: "Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo".
Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les contestó: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed".
Interiorizando la Palabra
Cada uno de nosotros tenemos un hambre profunda en nuestro ser. Muchas veces tratamos de satisfacer esta hambre con las cosas de este mundo – el poder, la influencia, el dinero, las cosas materiales o incluso con las relaciones o con nuestras buenas obras. Sin embargo, estas cosas nunca satisfacen nuestra hambre. En esta lectura Jesús nos ofrece la verdadera comida y la verdadera bebida en su cuerpo y su sangre. Cuando nos acercamos al altar y comemos de este pan que dura para la vida eterna ya no tendremos hambre. Podemos dejar a un lado las cosas de este mundo con las que hemos tratado de satisfacer nuestra hambre y, en cambio, mirar a la verdadera satisfacción del banquete celestial que nos espera. Con la fuerza y la gracia que recibimos en el sacramento, podemos ser Iglesia en salida, invitando a otros al banquete.
“Nuestro encuentro con Cristo en la mesa de la Palabra y en la mesa de la Eucaristía se hace evidente en nuestro abrirnos al encuentro con Cristo en los pobres y más necesitados en medio de nosotros y en las periferias de nuestra sociedad.” (Guía del V Encuentro, p. 38)
Haz silencio para escuchar la voz de Jesús dentro de tu corazón
¿Cuál es la invitación que Jesús te hace hoy?
¿Qué te hace sentir? ¿Alegría? ¿Tristeza? ¿Animo? ¿Sorpresa? ¿Desafío?



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